domingo, 9 de febrero de 2014

Correteando por Berlin


Por fin encuentro un hueco para escribir sobre Berlin, donde estuve 4 días intensos de curro y turismo.
Primero lo obvio; la ciudad es maravillosa. Es una mezcla de brutalidad monumental y de libertad artística que por momentos parece que se va a diluir en el capitalismo que hay debajo de la cúpula del parlamento, que me parece llamada a comerse el espíritu de ruptura de la ciudad, de ese muro que lo simbolizaba todo y que ahora empieza a compartir protagonismo...


Llegué a Berlín con el alta médica de mis ojos. Otra maravilla. Un lugar estupendo donde estrenarlo al 100%. Todo simbolismo. El caso es que la primera mañana, antes de que empezara todo fui a correr, a desfogarme.
Y ahí empezó todo, el disfrute y el sufrimiento. Arranqué una carrera de más de 9km (quizá demasiado para ser el primer día) marcada por la nieve y el frío. Este último se olvidó pronto,  en cuanto empecé a correr medio en serio. La nieve me acompañó todo el rato, a veces medio diluida mientras llegaba al gran parque, otras veces pisada, mientras seguía las pisadas de los no caminos del parque y brevemente, virgen, en los laterales de los caminos del parque o abriendo nuevos caminos. Para estar en una ciudad bastante plana, correr así para mi era nuevo porque lo asocias a la montaña, donde tampoco es que corra mucho porque me pilla un poco lejos, aunque lo voy a intentar más porque me encanta. En cualquier caso delicioso.
A todas estas sensaciones nuevas se les une el ir descubriendo la ciudad, abrir tus propios caminos, descubrir un monumento dorado enorme en medio del parque (no recuerdo) y de repente encontrarte con la puerta de Brandenburgo, lo suyo. La toqué y decidí volver, por otro camino, perdiéndome, hasta que encontré el zoo, donde vi jaulas vacías por el frío, supongo, pero que en Berlín tenía sentido, sabiendo que sus discotecas famosas son antiguas cárceles.
En definitiva, fue maravilloso hacer turismo corriendo, volver a correr después de 15 días parado, correr sobre la nieve, cambiar el escenario y volver a disfrutar con mis amigas las endorfinas, a las que me reconozco enganchado, tanto como a mi mujer y mis hijos.
El sufrimiento me llegó en forma de ampolla en el dedo meñique, que me persiguió en otra carrera por otro parque, en 2 días de turismo sin parar de andar y el resto de la semana con sus entrenos y algunas limitaciones. En cualquier caso, el intercambio fue muy positivo y lo volvería a hacer una y otra vez.
Y como me grabé un breve vídeo, aquí os lo dejo:

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